Chamán.Inteligencia emocional
Vilafranca del penedès / Barcelona
En un lugar escondido del bosque,
Había un pequeño puente de madera por encima de un riachuelo. El olor a tierra húmeda atravesaba el puente, como una puerta invisible al bosque más profundo y alto… Árboles de gran altura, con copas frondosas cuyas hojas tapizaban las enormes piedras que tenían a sus pies, plantas que se entrelazaban a los árboles… La visión del bosque al mediodía parecía sacada de un cuento de hadas: destellos de luz entre los árboles, y tonalidades de verdes y amarillos que se abrían como un abanico de luz.
El caminante que andaba entre aquellos árboles, escuchando el crujir de sus hojas, se sentía llamado por la naturaleza, que le invitaba a unirse a ella y le inspiraba una melodía canturreada, salida del corazón.
Había una casa, y en la casa vivía una anciana llamada Aire, una mujer fuerte, de pelo gris, con los ojos grises y una tez blanca y serena que expresa su Ser. Cada mañana, al amanecer, salía de su casa y contemplaba el nacimiento del sol, y elevaba su corazón al cielo, cantando la canción del amanecer…
Cada amanecer, entre nubes rosas y blancas, el cielo le regalaba a Aire un precioso cuadro de tonos rojizos, azules y celestes. Y ella le regalaba su canción, como mutuamente se obsequian dos amigos que se unieran cada mañana para ofrecer lo mejor de sí mismos: el respeto y el amor.
Sentada en una piedra, con los ojos cerrados, sentía la inmensidad del espacio y fundía su ser, haciéndose una con la tierra. Antes de volver a casa, solía pasear por un camino que la lleva al riachuelo, nacido un poco más arriba. Aire se unía al agua, se hacía una con el río, y visitaba a través del agua los bosques y los caminos que cruzaban por debajo de ellos; sacaba sus manos de luz, daba de beber a los pájaros y otros animales que se acercaban al río. Su espíritu viajaba a través del agua, siendo y fluyendo.
En uno de los recodos, después de un pequeño salto de agua, encontraba cada día a una joven. La joven miraba su imagen y Aire se quedaba en silencio contemplándola, mirándola con amor y dulzura. Día tras día, como un ritual, la anciana observaba a la joven.
Un día, la chica estaba más triste que nunca, sus lágrimas se fundían con el agua, y Aire las sentía con amargura y vacío. Aire supo lo que sucedería en ese instante… La joven saltó al río con los brazos abiertos, con gran desesperación y desasosiego. Aire la recogió entre sus brazos de agua y luz, y la envolvió entre su cuerpo de agua, dándole amor a su ser, mientras la llevaba río arriba.
Llegaron al punto más alto del río y la anciana, uniéndose al espíritu del viento, su padre espiritual, la llevó a su casa flotando en sus brazos tibios y tiernos, y la dejó en su cama, cerca de la chimenea.
Aire invocó al fuego…
«Te invoco espíritu del fuego, entra en el cuerpo de esta joven y ayúdala a vivir, dale fuerzas». Entró en un trance a través de su canto, llamando al espíritu del fuego.
El calor del fuego que la envolvía le daba vida a la joven. La anciana chamán se acercó a ella, sintió el vacío en su interior, y entonces le puso su mano firme y tierna en el plexo solar, y la ayudó a recobrar la fortaleza y a deshacer el estado emocional que la llevó a tirarse al río. Aire agradeció al espíritu del fuego que la mantuviera caliente, sanando su cuerpo y espíritu. Encendió un caldero, mezcló grasa y unas hierbas, las dejó calentar y fundirse, y con ellas hizo un ungüento que le aplicó a la joven en el pecho. El vacío de la chica era tal que la anciana chamán sentía profundamente su dolor.
Aire ya sabía quién era en realidad la joven, había sentido el ser que emanaba de ella, y sabía cómo se encontraba atrapada y perdida en su nueva encarnación, con emociones muy fuertes y una mente que la perturbaba. La anciana chamán dejó a la muchacha dormida, y se fue a través del aire, en un suspiro, volando como una brisa, a visitar a la familia de la joven.
Aire se materializó en la puerta de la casa y llamó. Salió un hombre anciano y encorvado, sus manos eran huesudas y muy trabajadas.
-Hola, buenos días. Soy Aire y conozco a su hija Ela.
El padre de la joven la hizo pasar hasta una primera estancia, que era a un tiempo cocina y sala de estar; allí se encontraba su mujer, una anciana que miró con curiosidad a la recién llegada.
-Yo soy Adel -dijo el padre de Ela-, y esta es mi esposa, Clara, ¿dice usted que conoce a mi hija?
-Su hija Ela ha sufrido un pequeño accidente, y se encuentra en mi casa.
Los padres de Ela se miraron con sorpresa y preocupación
-¿Cómo está? -dijo el padre- ¿Qué le ha pasado?
-Se cayó al río, pero ahora se encuentra bien.
El anciano sujetó con una mano el hombro de su esposa, y habló con lágrimas en los ojos:
-Ela es la menor de tres hermanos… llegó sin esperarlo, sus hermanos son mucho mayores que ella. Es nuestra única hija, Ela fue como un halo de luz… Todos la querían mucho y ella se hacía querer, risueña y juguetona. Corría alegre por todos lados, siempre abrazando y dando besos, riendo, bromeando; una niña llena de luz y felicidad.
Adel no podía seguir, un nudo en la garganta se lo impedía. Clara, su esposa, continuó el relato.
-En su adolescencia -explicó-, empezó a estar más callada y ausente, día a día fue dejando de reír y cuando la abrazaban se quedaba inerte y siempre estaba cansada. Avisamos al médico, y le recomendó reposo. El médico creyó que era debilidad y por ello no tenía fortaleza para seguir siendo la misma, ya que no había dolor físico y emocional en ese momento. Pero después de unos años Ela ya no era la misma: estaba triste y enfadada, y se encerraba en su mundo. No sabíamos cómo ayudarle, lo único que podíamos hacer nosotros, y sus hermanos, era intentar hacerla feliz.
Aire les propuso ayudar a su hija con una sanación. Les dijo que tenían que dejarla con ella, y que podían estar tranquilos, porque ella la cuidaría. Les expresó el cariño que había sentido por su hija y el deseo que tenía de ayudar, y acercándose a ellos los tomó de la mano y los miró, dándoles amor a través del contacto. Les hizo sentir seguridad y los padres de Ela se sintieron muy reconfortados con el cariño de la anciana, con sus palabras, pues el aspecto de Aire les transmitía serenidad.
-Hablaré con ella -les dijo, mientras salía de la casa-, y si está dispuesta a seguir la sanación os lo haré saber…
Después de abrazarlos y despedirse de ellos, volvió a su casa en un instante, a través del espíritu aire.
Ela seguía descansando apaciblemente, su rostro estaba más sereno. Aire le quitó el ungüento y la tapó con una manta. Entrada la tarde, Ela despertó de su sueño, abrió los ojos y se encontró en un lugar extraño, con una mujer que nunca había visto.
-¿Qué hago aquí? -preguntó, mirando a la anciana.
Aire se presentó, y le explicó que la había visto caer al agua, que se había quedado inconsciente, y ella la había ayudado trayéndola a su casa. La primera reacción de Ela fue la de marcharse cuanto antes, para tranquilizar a sus padres, que ya debían estar preocupados. Pero Aire le explicó que ya había ido a su casa, que había hablado con ellos y que entre los tres habían decidido que, si ella acedía quedarse un tiempo, Aire la ayudaría.
Ela accedió a quedarse. Sintió que había algo familiar en la anciana, aunque no conseguía saber que era; tal vez su manera de hablarle, su cariño, su paz…
Aire le acercó un cuenco con comida. Ela comió en silencio, y volvió a dormirse hasta el día siguiente.
Cuando Aire volvió de su Canto al amanecer, Ela ya estaba sentada en la cama esperando su llegada. Se saludaron y tomaron el desayuno. Aire la invitó a dar un paseo cerca de la casa, y Ela aceptó. Paseando en silencio, las dos mujeres caminaron hasta el río y se sentaron a la orilla, mirando al agua. Ela miraba al agua con tristeza, como tantas veces Aire la había visto. La anciana chamán le tocó el hombro y le dijo:
-Cuando estés preparada me gustaría poder hablar contigo.
La chica la miró, pero no dijo nada.
Pasaban los días, todo se limitaba a dar paseos y dormir. Una mañana, Aire se levantó como siempre, justo antes del amanecer. Ela estaba sentada en el banco junto a la ventana, con la mirada perdida. Aire la había observado casi toda la noche, dejándola a solas con sus pensamientos.
Aire se acercó a la joven y le acarició el pelo, castaño, lleno de mechones rubios. «¿Vienes?» le dijo. Ela miró a la anciana sin decir nada, como siempre, y se levantó. Cuando llegaron a lo alto de la montaña, la anciana chamán observó el amanecer, el cielo y el regalo de cada mañana. Ese día había un cielo entre gris y azul claro, y el sol se descubría entre las nubes más suaves. El rojo del amanecer se veía como el fuego, con una gran sensación de fuerza e intensidad, y los rayos del sol atravesaban las nubes de forma espectacular. Aire entonó su canto al amanecer, elevando los brazos hacia el cielo. Con su cabello gris y largo hasta la cintura brillando al sol, con sus ropas largas de tonos ocres claros y amarillos suaves, la anciana ofrecía un aspecto que impresionó a la joven.
Ela, detrás de la mujer, la contemplaba. Observaba su silueta que emanaba luz y se expandía en el espacio; la sentía tan etérea, y tan sutil, que sintió la necesidad de tocarla. Parecía que se trasparentaba, y que a través de ella se veían las grandes montañas a lo lejos.
Ela sintió su cuerpo vibrar al acercarse a ella, pero retuvo el impulso de tocarla. Cerró los ojos, y sintió como el viento atravesaba su cuerpo; también ella se sintió etérea y trasparente, envuelta en el aura de Aire. Se sintió como nunca, sintió su interior que la llamaba. Sus ojos se tornaron hacia dentro y vio luz, mucha luz, una luz azulada y blanca. Sentía todo su cuerpo lleno de energía, y unos escalofríos vibrantes la recorrían de arriba a bajo…
Aire entonaba una melodía que le salía del alma, que elevaba al cielo y al universo. Sintió a Ela pegada a ella, y la dejó, dentro de su aura, para que pudiera sentirse a sí misma, para que alimentara su desvalijado corazón humano.
Tras un largo rato, Aire se sentó en su piedra y cerró los ojos, uniéndose a todo cuanto la rodeaba. Ela seguía detrás de ella, llena de luz y de paz dentro del aura de la anciana.
Después de un cierto tiempo, Aire se incorporó y se volvió a Ela, sus ojos se encontraron. Ela abrazó a Aire, como hacía tiempo que no abrazaba a nadie: las lágrimas de las dos brotaban sin cesar, y sus energías se unieron en una misma Alma.
El día pasó en silencio, pero lleno de emoción. Sus corazones eran un mismo latir. Así, durante dos días, hicieron juntas el canto al amanecer. Una noche, con la luna menguante y el cielo hecho un manto de estrellas, se encontraban las dos mujeres fuera de la casa, en un círculo que separaba el bosque de la vivienda. Estaban en el centro de un banco circular hecho de madera. En el banco estaban grabados, con los puntos cardinales, los símbolos del colibrí, la serpiente, el águila y la madre jaguar. Y justo en el centro, un firmamento, con el sol, la luna y las estrellas.
Allí, sentadas las dos en aquel banco, Ela le dio las gracias a Aire.
-Me siento muy bien a tu lado -le dijo, mientras la anciana le tomaba las manos-; para mí estos días han sido como un sueño del que no quería despertar, porque cada amanecer parecía mágico y cada anochecer también.
La joven, que todavía se sentía impactada por lo que estaba viendo y sintiendo, guardó silencio durante unos instantes, pero al poco rato se dirigió de nuevo a la mujer.
-¿Tú… quién eres en verdad? -le pregunto, con mucho respeto.
-A tu pregunta, Ela…Te responderé que soy un Espíritu que se ha reencontrado a sí mismo dentro de un cuerpo humano.
La joven escuchaba emocionada. Después de lo que había vivido con ella, no dudaba ni un ápice de las palabras de la anciana. Aquella noche no hablaron más. Aire entonó una melodía acompañándose con el tambor, llamando a los espíritus de la noche, que bailaron con la energía que envolvía a las dos mujeres. Ela percibía que su entorno había cambiando; sentía presencias, pero de momento sólo Aire las podía ver. Veía a los espíritus de luz, con formas humanas y animales, danzar a su alrededor en un ritmo armonioso, dando vueltas alrededor del centro de madera.
Ela retrocedió unos metros, y vio una gran esfera luminosa que envolvía el espacio donde antes había danzado, y en la esfera se veía a Aire elevada por encima del suelo, como si fuera trasportada por una esencia. De pronto, vio como un animal alado se materializaba en el cuerpo de Aire. El tambor sonó, y Aire se elevó en la noche con la forma de una gran Águila, y Ela sintió el grito del Águila cuando se alejaba en la oscuridad. Cuando la perdió de vista se dio cuenta que Aire seguía ahí, quieta, abrazada al tambor, y que su cuerpo emanaba una luz que a la altura del pecho salía proyectada en forma de estela luminosa, como un cordón umbilical que la unía con el Águila.
El rostro de Aire estaba sereno, con los ojos cerrados, y sus largos cabellos parecían flotar. Ela se sentó en el suelo, contemplando todo cuanto sucedía con una gran paz.
Ela percibió en Aire una juventud que no había visto desde que la conocía; había pasado de ser una anciana a ser una mujer joven, más o menos de su misma edad, que era entonces de veinticinco años. Su cuerpo fuerte se estilizó y su cabello gris no cambio de color, pero se lleno de ondas. Entretanto sus manos, que seguían abrazando el tambor, estaban llenas de una luz azul dorada. Ela, emocionada, con los ojos llenos de lágrimas, se fue dejando ir hasta que se quedó dormida. Tuvo un sueño: soñó que se convertía en un halcón y volaba junto a una gran Águila. Se sintió libre y acompañada por todo cuanto la rodeaba.
A la mañana siguiente Ela se despertó fuera de la casa, tapada con una manta de color rojo intenso, también verde y naranja fuego, y con un Halcón bordado en el centro. Ela la acarició, sintiéndola tan suya como si fuera parte de ella misma. Se levantó y se cubrió los hombros con la manta. Todavía no había salido el sol, faltaban unas horas. La chica respiró el amanecer, y sintió su corazón palpitar, y una gran paz.
Pasada una media hora, entró en la casa y se acomodó en la cama. Pero ya no pudo dormir. Sentía su cuerpo vivo, y cuando pensaba en su sueño sentía que era real. Todavía podía ver en su mente las copas de los árboles, las montañas y el río que nacía de ellas, y cómo reconoció la casa de Aire.
Al amanecer, como siempre, las dos mujeres salieron a cantar al amanecer y contemplar el nuevo día. Después de meditar con ella junto al río, Ela le dijo a Aire:
-Estás más joven… Puedo sentir tu antiguo cuerpo anciano, pero lo siento más como si fuera sabiduría y no como el cuerpo de una persona vieja.
-Cada persona ve en nosotros lo que quiere ver.
-Pero… ¿Por qué te veía yo antes como a una anciana?
-Lo que viste, en realidad, era mi espíritu.
-Entonces… ¿Qué edad tienes?
-Tengo todas las edades y ninguna
-¿Quién eres? -preguntó la joven.
-Soy chamán, y ante todo un Espíritu.
-¿Y qué significa, ser chaman y Espíritu?
-Chamán significa que perteneces a la tierra, a todo cuanto existe en ella, y por lo tanto eres parte de ella, sientes su espíritu y te comunicas con la naturaleza, los elementos, los animales… Sientes que la tierra es un ser vivo que contiene espíritus que la habitan. La luna y el sol son los abuelos de la tierra, el cielo es el padre, la tierra como tal es nuestra madre, los árboles nuestros hermanos. El Agua, el Fuego, el Viento, las plantas, los espíritus de los animales, son Espíritus que nos enseñan, nos ayudan y nos alimentan de su energía y sabiduría.
El cuerpo físico que ves en ti, en mí y en los humanos, es solo un cuerpo mental y emocional, un vehículo que pertenece a la tierra, y nosotros utilizamos para experimentar los sentidos, la tierra y el reencuentro de nuestro ser. Dentro de este cuerpo esta nuestra verdadera esencia, y la debemos encontrar… Este es el camino que todos debemos hacer, el camino hacia nuestro espíritu y nuestro ser de consciencia. Ahí está la verdad de quién somos. Como espíritus y seres de luz no tenemos limitaciones, pero como humanos tenemos muchas.
Aire le pidió a Ela que pusiera la mano en el agua. Ela lo hizo.
-¿Qué sientes?
-Frescor y humedad -dijo la joven.
-Ahora sácala y siente tu corazón, y luego prueba a sentir el agua a través de él.
La chica le obedeció: sintió su corazón, y luego introdujo la mano en el agua. Entonces sintió cómo la energía ascendía por su brazo y recorría su cuerpo, sintió dentro de sí un latido cerca de su corazón. Ela sonrió y agitó suavemente el agua, y al mismo tiempo sintió esa agitación dentro de sí. Sorprendida, sacó la mano.
-Si ves la vida con el corazón -le dijo Aire sonriendo- encontrarás la verdad en todo cuanto veas y sientas. Entrarás en comunicación con el espíritu del agua, y él te ayudará y será para ti un maestro.
Ela cerró los ojos emocionada, puso de nuevo la mano en el río, y volvió a sentir el espíritu del agua. Sintió unas enormes ganas de cantar, y de su garganta salió una melodía llena de fuerza. Aire sabía que el espíritu del agua le estaba sanando la garganta, que a través de su voz salía la energía que le bloqueaba la garganta… que la enmudecía y la dejaba agotada.
Gracias por vuestro tiempo.
Chamán.Inteligencia emocional
Vilafranca del penedès / Barcelona